dijous, 14 de maig del 2015

1734-EMPACHO DE PUBLICIDAD POLÍTICA

ASEGURAN las lenguas cachicuernas de triple brillo, y ofidias, las pobladoras de Ferraz y sus aledaños, que Esperanza Aguirre ha contratado con un crecido número de restaurantes madrileños una publicidad singular. Tanto en los platos hondos como en los llanos, también en los de postre, se imprimirá la vera efigie de la lideresa ma­drileña. Asi cuando el cliente apure su gaz­pacho a las finas hierbas, cuando consuma su merluza a la romana, cuando se deleite con la tostada crema a la catalana, con­templará a Esperanza Aguiire que sonrei­rá desde el fondo del plata La consigna de los alfiles genoveses de la publicidad está clara: Esperanza hasta en la sopa.
Recuerdo muy bien que, durante mi exi­lio en China, al que me envió el dictador Franco por un artículo titulado La Monar­quía de todos, publicado en la tercera del ABC verdadero, me encontré ya el primer día, al concluir el arroz tres delicias, con la imagen de Mao Tse-tung impresa en el fondo del plata No sé si los colaborado­res de Esperanza Aguirre conocían este antecedente. Para ellos todo vale si la di­cha de la propaganda es buena y contribu­ye a sentar a la lideresa en la silla curul de la alcaldía.
La repetición es una de las leyes clave de la publicidad. Pero también resulta im­prescindible el control si se quiere evitar el empacho Tropezarse con el líder o la lide­resa de un partido político hasta en el más escondido rincón de la ciudad produce re­chazo. Ni siquiera en una campaña de pu­blicidad se puede perder el sentido de la medida.
El ciudadano madrileño, que es espe­cialmente sagaz, se pregunte por otra par­te de dónde sale el dinero para pagar tanta cartelería, tanto anuncio en autobu­ses y taxis, tantos espacios en Prensa, Ra­dio y Televisión, aparte de los que se impo­nen gratuitamente en los medios públicos. La torrentera del dinero despilfarrado en las campañas publicitarias de todos y cada uno de los partidos cuesta un ojo de la cara.
¿Y quién paga el derroche? Pues los ciu­dadanos sean de la ideología que sea. Al menos al 90%, los dineros de la publicidad no corren a cargo de los afiliados del par­tido sino que recaen en el conjunto de la ciudadanía. En 2011, por poner un ejem­plo, el Partido Popular gastó 133.398.210 euros e ingresó por las cuotas de sus afilia­dos 12.303.879. Es decir, más del 90% de lo gastado fue dinero público. Y lo mismo ocurre, salvo algunas variantes, con el de­rroche de los otros partidos y las centrales sindicales. Préstamos y créditos solicita­dos para la campaña autonómica y muni­cipal se devolverán también a cargo del di­nero público, tras sangrar con delectación el bolsillo del ciudadano medio. La voraci­dad de la clase política y de la casta sindi­cal carece de límites. Gastan sin tino, co­mo nuevos ricos. La suntuosidad y el des­pilfarro presiden su acción. Ocupan los palacios y edificios más suntuosos de ca­da ciudad y siguen contratando a la larga, larguísima caravana de parientes, amiguetes y paniaguados.
Nadie o casi nadie levanta la voz para denunciar el excesivo costo de las campa­ñas electorales. Y eso que está claro de dónde sale el dinero: de las alcancías pú­blicas sufragadas por todos y, solo en me­dida insignificante, de las cuotas de los afi­liados.

Luis Maria Anson, de la Real Academia Espa­ñola.

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