dimecres, 23 de setembre del 2015

2037-Los hechos frente a la ficción

Todas las advertencias que se están hacien­do en los últimos días sobre las consecuen­cias en términos económicos que tendría una hipotética independencia de Cataluña las co­nocíamos de antemano en su contenido. Es, simplemente, que ahora las formulan voces muy autorizadas que hasta estos momentos que se están ha­ciendo en torno al efecto que tales adverten­cias están pudiendo producir en el electorado catalán. Porque si el que se explique a la ciu­dadanía la realidad de los hechos de una si­tuación de independencia de Cataluña provo­ca una mayor inclinación a respaldar la lista se habían mantenido en un apocado silencio. Por eso, lo más reseñable y estupefaciente de todo lo que se ha dicho hasta ahora es la res­puesta que está obteniendo por parte de Mas y sus compañeros de candidatura.
No discuten con datos el escenario que di­bujan los líderes políticos del mundo, simple­mente desprecian sus declaraciones limitán­dose a decir «no se atreverán a echarnos de la UE». Tampoco .son capaces de desmontar con argumentos contrastables las advertencias de la patronal bancaria, de las empresarios o del mismísimo gobernador del Banco de España. La última intervención es la del secretario de Estado de la Seguridad Social. Son ci­fras abrumadoras que describen una situación catastrófica no sólo para Cataluña sino tam­bién para el resto de los españoles. Y ante esa avalancha de información objetiva la reacción de los independentistas es la de recurrir al chascarrillo, como el de Mas imitando la jerga de los pieles rojas, o diciendo que lo que afir­ma Luis María linde es indecente, inmoral e irresponsable y que responde a su afán por no perder su estatus ni su poder. ¿Eso es todo lo que pueden oponer a afirmaciones tan impor­tantes y tan rotundamente infrecuentes en re­presentantes de gobiernos extranjeros y em­presas y altas instituciones españolas? ¿Es ése todo su bagaje? Por eso no tienen ninguna jus­tificación las consideraciones que aspira a conseguirla, lo único que cabría concluir es que estamos ante una población hechizada por un relato fantástico a la que no es posible rescatar del sortilegio y devolver al terreno de lo cierto. Pero eso no tiene que di­suadir a quienes deben hablar y seguir descri­biendo a los catalanes las consecuencias de sus actos, de los que todos y cada uno de ios electores serán igualmente responsables.
Es tramposo y falsario, por tanto, preten­der endosar la culpa de la insensatez colec­tiva a quienes cumplen con su obligación de describir la verdad. Y es ridículo recu­rrir a conceptos como la «ilusión» cuando se está tratando del futuro de un país ame­nazado de desgarro. La ilusión es para las fantasías. Aquí estamos para administrar la cruda, amarga pero también comprome­tedora y apasionante realidad.


VICTORIA PREGO

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