dilluns, 5 d’octubre del 2015

2073-ORTEGA SABE A MELOCOTÓN

Hay un viejo proverbio que dice: «En polí­tica, cuando lo grande se vuelve pequeño, lo pequeño se reduce a nada». Es lo que ha ocurrido en Cataluña: ha nacido un Go­bierno que se está muriendo antes de na­cer, con un triunvirato que se apuñala co­mo los de las guerras civiles romanas.

Pero este desastre que nos amenazaba ha podido ser conju­rado por los votantes que no quieren irse de España y por el apoyo de Europa. Han visto los europeos que en Cataluña se estaba sembrando una hostilidad contagiosa. Los franceses, tan jacobinos, no han mostrado simpatía alguna por el independentismo y han subrayado el componente racista de los del «sí». De entre todas las actitudes, la de Alemania ha sido la más firme. La misma nación que apoyó la entrada de España en Eu­ropa respaldó apasionadamente la unidad de nuestra nación. Angela Merkel recurrió al principio de integridad territorial y dijo que Alemania no permitirá una Cataluña independiente. Apenas conocerse el resultado de las elecciones, el Gobierno alemán recordó que hay que cumplir la Constitución españo­la y las leyes de la UE.

Muchos alemanes son lectores de Orte­ga y Gasset. Decía Guido Brunner que los embajadores de la Repúbli­ca Federal, además de las cartas credenciales, se traían a Ma­drid las obras completas del torero de la filosofía, que se sabía de memoria El cantar de los Nibelungos.

«España necesita de Alemania», escribió. Nunca la ha ne­cesitado como ahora; primero, por la crisis; segundo, por la secesión. El maestro dijo cosas de Cataluña en la República que son de angustiosa actualidad. Describió a los catalanes vagando como espectros por las cortes de Europa buscando algún rey que quisiera ser su soberano. Señaló que muchos catalanes -ahora la mitad- quieren vivir con España y ése se­rá un problema perpetuo. «El nacionalismo de dintorno gra­ve, de intensidad variable, que se apodera de un pueblo y le hace desear ardientemente vivir aparte». La idea de que Ca taluña es un problema que ni la Repúbli­ca ni la Monarquía fueron capaces de re­solver llegó a toda Europa y especialmen­te a Alemania en los libros de Ortega. Se­gún Serafín Quero, hay en asa tierra una cepa a la que llaman Ortega, en honor al pensador. «Es un vino armonioso y redon­do, con un buqué que recuerda al melocotón».

La admiración alemana por España viene de lejos. Federico II de Prusia, Federico el Grande, masón, homosexual, déspo­ta ilustrado, sentía devoción por España. «España es una na­ción generosa llena de honor, de imaginación viva, apta para las ciencias si la superstición no retardara su progreso». Y los dos más grandes filósofos prusianos -Kant y Nietzsche- des­cribieron al español como un ser serio, callado y veraz. Nietzsche dijo aquello tan misterioso: «¡Los españoles! Esos hombres que quisieron ser demasiado». No todos. Sigue ha­biendo, como sugirió Ortega, reaccionarios, botarates, tardí­grados, cargados de frenos, como osos de agua, energúmenos de toda banda, reaccionarios o chabacanos, botarates de dere­chas o chillos de izquierdas, patriotas y separatistas.


RAÚL DEL POZO

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