dimarts, 13 d’octubre del 2015

2098-AQUELLOS QUE ODIAN ESPAÑA

No son socialdemócratas, pese a que lo afir­man. Simplemente odian lo que los demás construimos. Son el eslabón perdido de una izquierda que sí evoluciona en el resto del mundo y exhibe con orgullo su compromiso con sus respectivos países en Francia, Alema­nia, Dinamarca, Suecia o cualquier otra na­ción avanzada.
Acusan de franquista a todo el que se com­promete en la construcción de una patria próspera y abierta. Tachan de fascista al que siente con orgullo y agradecimiento el legado de nuestros antepasados que, desde una ideo­logía, la contraria o ninguna en la mayoría de los casos, han peleado a lo largo de la Histo­ria por dejarnos un gran país. Pero son ellos quienes nunca abandonarán su caverna, su patética nostalgia de una imaginaria Segun­da República que ni conocen ni quieren asu­mir en su destructiva materialización.
Viven su farsa. La de creerse revoluciona­rios por no acudir a los actos de la Fiesta Na­cional, como ha hecho Pablo Iglesias. La de sentirse progres, como Ada Colau, por tachar de genocidio la Historia de España -nunca le he oído referirse a la matanza de 95 millones de personas del bloque comunista-. La de considerarse el seguidor de Bolívar por afir­mar, como el Kichi, que «nunca descubrimos América, masacramos y sometimos un conti­nente y sus culturas en nombre de Dios» -¿sa­brá él lo que fueron las Leyes de Burgos de 1512 que reconocieron la libertad de los in­dios?-. La de mirarse al espejo viéndose como un líder del proletariado por escribir, como hizo el concejal de Santiago de Compostela Ra­fael Peña: «Puta Patrulla Águila. Puto Ejército. Puta España».
Una farsa muy distinta de la realidad de la izquierda que evoluciona. La de Manuel Valls, que en su asunción de poderes como primer minis­tro francés se declaró «socialista, republicano y patriota». La del SPD alemán, que en su programa de definición de principios declaró que «la República Federal Alemania es y seguirá siendo un Estado social federal. Nos declaramos partidarios de este Estado federal porque se corresponde con la tradición ale­mana [...]». O la de la ex primera ministra danesa y socialdemócrata Helle Thorning-Schmidt, quien tras decir á su partido que «se podía guardar las con­signas marxistas» y «el dis­curso de la lucha de clases», exhibió con orgullo el com­promiso de su partido en la construcción de Dinamarca y dijo tras los comicios: «He­mos demostrado que los socialdemócratas so­mos la gran fuerza motriz del país». Nuestros primitivos, sin más, odian. Sin darse cuenta de que hasta su expresión pública del odio se la deben a sus antepasados. A su país.


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