dimarts, 5 de gener del 2016

2361-CATALUÑA, QUÉ FELICIDAD

Nadie ha terminado entre rejas -como en el año 1873,1931 o 1934 cuando los catalanes proclamaban la independencia en el balcón- y todo indica que han fra­casado por cuarta vez. La Constitución de 1978 ha sido el plan defensivo, sin ne­cesidad de capitanes generales.
Qué razón tenía Pla cuando decía que la historia román­tica en Cataluña siempre ha sido una historia falsa y, por eso, a pesar de sus sueños de grandeza, todo termina sien­do local: «En el Mediterráneo todo es local: la meteorología, la cocina, los dialectos, la gente». Todo es cambiante, pero fugaz. Así ha sido la ultima intentona del independentismo, local y fugaz. Al final se ha impuesto la lucha de clases y de ideologías sobre el romanticismo de trapo y alirón.
«Vivimos un momento glorioso -me dice el maquiavélico catalán que suele informarme desde el palacio gótico-, todo está en el aire, todo un poco más complicado, enredado y Ca­taluña, cada día más unida a España. Una no puede vivir sin la otra. Lo que pasa en Cataluña condiciona la política espa­ñola y lo que pasa en España condiciona la política en Cata­luña. Si en Cataluña se convocan elecciones, en España po­siblemente también; si en Cataluña se forma un Gobierno independentista, en España se formará la gran coalición. Quie­ren separarse, pero no pueden. Están unidas por fuerzas his­tóricas más poderosas que las elecciones». Le pregunto: «Pero, ¿qué puede pasar». Contesta: «Lo más probable es que haya elecciones o elijan a Neus Munté, la mujer en la que pensaron. En España no habrá Gobierno hasta saberse el resultado. Viviremos meses de indeterminación, sin nue­vas leyes, ni ocurrencias, ni amenazas, ni gestos, quizás con una política de baja intensidad. Qué felicidad».
Mientras la política se serena, Pablo Iglesias vive, tardía­mente, el sentimiento trágico de Cataluña-España. Él pien­sa que la política son escenarios y hay escenarios que son favorables y otros que son desfavorables. Obsesionado por ser un buen socialista, curiosamente, ensaya la misma obra con la misma trama con la que fracasaron los socialistas. Piensa que el PSC ha obteni­do un resultado peor que Podemos por­que se colocaba más al lado de España. «Cuando Pedro Sánchez -dice Pablo- va con la bandera, es­tá diciendo: 'Eh, que nosotros somos España, nosotros de­fendemos que Cataluña pueda encajar dentro de España, reconociendo que Cataluña es una nación, mientras el PP dice tanques... Guardia Civil».
Cuando Cataluña se aleja de sus propias fantasías histó­ricas, y se repite por cuarta vez el fracaso de la declaración de independencia, la nueva izquierda se vuelve a enredar en esa subasta de fueros y exenciones. «Nosotros nos sentimos orgullosos de ser españoles al mismo tiempo que hemos rei­vindicado la plurinacionalidad del Estado», insiste Pablo Iglesias. Él mismo se ha metido en las palmeras de Bis- marck, en esa eterna contradicción de ser Bolívar en Cata­luña y Canciller de Hierro en Madrid.

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